Mario Vargas Llosa, el Premio Nobel de
Literatura peruano cuya muerte a los 89 años anunciaron sus hijos este domingo,
tuvo claro desde muy joven que quería ser escritor.
Y a eso dedicó su vida con disciplina de
picapedrero, hasta que consiguió el reconocimiento universal como autor y una
división de opiniones en torno a su figura pública que quizás no se veía en
Occidente desde la época del filósofo Jean Paul Sartre.
Tal vez no es coincidencia: Sartre fue
uno de sus primeros modelos (sus compañeros de juventud le decían “el
sastrecillo valiente”), y aunque después abjuró de las ideas políticas del
francés y de muchas de las literarias, hasta el final fue un escritor comprometido con su realidad, como lo pregonaba el famoso existencialista.
Esa disciplina y compromiso lo llevaron
a producir con asombrosa abundancia: 20 novelas (entre ellas, obras cumbres
como “La fiesta del Chivo”, “Conversación en La Catedral” o
“La ciudad y los perros”), un libro de cuentos, 10 obras de teatro,
14 libros de ensayo, dos de crónicas y uno de memorias, amén de múltiples
recopilaciones de sus columnas y escritos sueltos.
“Su partida entristecerá a sus
parientes, a sus amigos y a sus lectores, pero esperamos que encuentren
consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y
fructífera, y deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá”, señalaron en
un comunicado los hijos del escritor, Álvaro, Gonzalo y Morgana. (Tomado de BBC
News)